Retratos
Saharauis, por Victoria Gil
Voy de viaje al Sahara. Siento
ganas de conocer personas del
Sahara. Me gustaría dibujar
sus campamentos, sus wilayas,
sus ropajes.
Pintar un homenaje al Sahara,
a sus gentes.
Leo cosas del Sahara,
información general dirigida a
quienes quieren conocer el
desierto.
Me preocupo mientras pienso
que quizás estas lecturas sean
como para turistas y me
gustaría conocer mucho más que
eso. Más que la arena. A lo
mejor todo ha cambiado mucho
desde que escribieron esas
líneas.
Me preocupa pensar que lo que
quiero hacer allí se convierta
en exotismo, me preocupa la
presencia de la posible
guerra; todo eso me ponía
triste.
Antes de ir sabía que el viaje
era difícil, que había sido
colonia española, que los
habíamos abandonado a su
suerte, cedido la
administración a Marruecos,
que habían llegado allí
huyendo de la invasión
Marroquí, y que en la zona
ocupada eran torturados y
encarcelados por el sólo hecho
de reconocerse saharauis. Todo
eso está en mis recuerdos del
instituto de esa clase
oscurecida.
Para ir al Sahara occidental
coges un avión a Argel y luego
otro a Tinduf. Cuando llegas
te enfrentas a esa muralla de
polvo, al viento, a andar
entre pequeñas dunas de arena,
en los campamentos, a las
wilayas, a extensiones de
casitas de adobe con sus
tiendas repartidas por todos
los barrios, todas iguales, y
en algunas partes con vías
anchas muy concurridas.
En un barrio encontré a una
niña que me dijo que la
acompañara a su casa, aunque
fuera para una visita breve,
que me iba a enseñar los
secretos de los campamentos de
esa parte misteriosa y oscura,
como eran sus casas y sus
zonas de recreo.
Quiero hacer un homenaje al
Sahara occidental, un homenaje
que sea un recuerdo, algo que
ayude a superar el olvido.
Hago un dibujo, un retrato de
cada persona; quiero regalar
mis gestos y mis sensaciones a
cada habitante del Sahara
occidental. Les pido que
posen, que compartan el tiempo
conmigo. Alguno me cuenta sus
experiencias de cuando era
estudiante en Cuba, me habla
de su familia y yo describo lo
que estamos haciendo allí. Se
produce una interacción
personal. Ya estaré siempre en
el Sahara.
Me hablan de la guerra, de las
torturas en la zona ocupada.
Esto hacía que la rabia me
saliera a borbotones por lo
que elaboré una tela roja,
chorreando a modo de plasma
sanguíneo titulada Sí sitio.
Aquí la rabia la desaté con
una amenaza externa, invocada
como protección, como
exorcismo para ahuyentar la
guerra.
A través de mi trabajo
investigo sobre las
posibilidades de transmisión
de emociones del color que
utilizo, un interés por el
poder simbólico y energético
del amarillo, color del
desierto, junto al rojo sangre
donde el sadismo se veía
estimulado al servicio de una
pulsión de muerte
grotescamente agitada por la
maquinaria bélica . Intentaba
elaborar un vocabulario propio
para establecer una relación
entre los retratos más íntimos
y la tela roja más abstracta y
más crítica.
Cuando compartía el tiempo con
estas personas me preguntaba
¿cómo experimentar este
trabajo llevado al extremo de
una manera política? ¿por qué
no utilizar el mismo límite,
darle un carácter político a
nuestro gesto y, que cada
retrato se convierta en el
voto del pueblo saharaui para
conseguir la
autodeterminación?.
Este proceso personal me ha
llevado a una relectura de la
interactuación entre la vida y
la obra, entre la teoría y la
práctica, entre lo personal y
lo público para concluir con
el convencimiento de que lo
personal es público
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